Del
poemario Kairos (2013).
Dejo
atrás el esqueleto en el tiempo,
el
acordeón ahora no tiene sentido;
brilla
el recuerdo de su gravedad,
bahía
celeste que descubre mis aguas.
Tan
solo un instante remoto
sacude
las ganas, el verso ominoso,
la
opinión corrosiva:
el
fruto de un vino triste y oscuro.
Las
alas se pierden por la mañana,
un
punto y aparte,
una
vida sin gloria
se
entumece en la longevidad de esta fiebre.
Ahora
la serpiente ha abierto los ojos,
la
muerte nos grita.
Ahora
esa niña descansa absorta
sobre imposibles torres de plomo.