Capítulo Uno
El ser de Parménides
Unidad e identidad del ser
Luego de un proemio de carácter
religioso, en su celebrado poema, Parménides de Elea realiza una serie de
invocaciones para conseguir el favor de una diosa no identificada, con el
objeto de poder acceder al conocimiento verdadero, Parménides nos expone su
doctrina: la afirmación del ser y el rechazo del devenir, del movimiento, del
cambio. El ser es uno, y la afirmación de la multiplicidad que implica el
devenir, y el devenir mismo, no pasan de ser meras ilusiones.
La vía de la opinión parte, dice
Parménides, de la aceptación del no ser, lo cual resulta inaceptable, pues el
no ser no es. Y no se puede concebir cómo la nada podría ser el punto de
partida de ningún conocimiento. ("Es necesario que sea lo que cabe
que se diga y se conciba. Pues hay ser, pero nada, no la hay.") Por
lo demás, lo que no es, no puede ser pensado, ni siquiera "nombrado".
Ni el conocimiento, ni el lenguaje permiten referirse al no ser, ya que no se
puede pensar ni nombrar lo que no es. ("Y es que nunca se violará tal
cosa, de forma que algo, sin ser, sea."). Para alcanzar el conocimiento
sólo nos queda pues, la vía de la verdad. Esta vía está basada en la afirmación
del ser: el ser es, y en la consecuente negación del no ser: el no ser no es.
"Y ya sólo queda
la mención de una vía; la de que es. Y en ella hay señales en abundancia;
que ello, como es, es ingénito e imperecedero, entero, único, inmutable y
completo." Afirma el filósofo presocrático en
estas líneas, la unidad e identidad del ser. El ser es, lo uno es. La
afirmación del ser se opone al cambio, al devenir, y a la multiplicidad. Frente
al devenir, al cambio de la realidad que habían afirmado los filósofos jonios y
los pitagóricos, Parménides alzará su voz que habla en nombre de la razón: la
afirmación de que algo cambia supone el reconocimiento de que ahora
"es" algo que "no era" antes, lo que resultaría
contradictorio y, por lo tanto, inaceptable. La afirmación del cambio supone la
aceptación de este paso del "ser" al "no ser" o viceversa,
pero este paso es imposible, dice Parménides, puesto que el "no ser"
no es.
El ser es ingénito, pues, dice
Parménides ¿qué origen le buscarías? Si dices que procede del ser entonces no
hay procedencia, puesto que ya es; y si dices que procede del "no
ser" caerías en la contradicción de concebir el "no ser " como
"ser", lo cual resulta inadmisible. Por la misma razón es
imperecedero, ya que si dejara de ser ¿en qué se convertiría? En "no ser
" es imposible, porque el no ser no es... (así queda extinguido el nacimiento
y, como cosa nunca oída, la destrucción).
Indivisibilidad del ser
El ser es entero, es decir no puede
ser divisible, lo que excluye la multiplicidad. Para admitir la división del ser tendríamos que
reconocer la existencia del vacío, es decir, del no ser, lo cual es imposible.
¿Qué separaría esas "divisiones" del ser? La nada es imposible
pensarlo, pues no existe; y si fuera algún tipo de ser, entonces no habría
división. La continuidad del ser se impone necesariamente, y con ello su
unidad. Igualmente, ha de ser limitado, es decir, mantenerse dentro de unos
límites que lo encierran por todos lados.
Inmutabilidad del ser
El ser es inmóvil, pues, de lo visto anteriormente
queda claro que no puede llegar a ser, ni perecer, ni cambiar de lugar, para lo
que sería necesario afirmar la existencia del no ser, del vacío, lo cual
resulta contradictorio. Tampoco puede ser mayor por una parte que por otra, ni
haber más ser en una parte que en otra, por lo que Parménides termina
representándolo como una esfera en la que el ser se encuentra igualmente
distribuido por doquier, permaneciendo idéntico a sí mismo.