Este original relato empieza como la mayoría de novelas policiacas: se ha descubierto el
cadáver de una chica joven en los suburbios de la ciudad de Besźel, en el Este
de Europa. El detective Tyador Borlú es el encargado de encontrar al asesino.
Pero pronto, se proporcionan pistas al lector que indican que Besźel no es una
ciudad cualquiera. En realidad, es una ciudad unida a otra, Ul Qoma, con la
particularidad de que ambas ocupan espacios geográficos no solo contiguos, sino
en muchos casos coincidentes o entrelazados. Los habitantes de Besźel tienen
prohibido ver los edificios y a las personas de Ul Qoma, y viceversa, aun
cuando se encuentren a pocos centímetros de distancia.
La
investigación, en estas condiciones, no está exenta de dificultad e interés.
Tyador Borlú debe respetar la ley de la ciudad sin caer en una Brecha y, al
mismo tiempo, debe resolver un crimen posiblemente relacionado con ella. ¿Cómo
conseguirlo? No en vano, estamos sobre un punto de equilibrio extremadamente
frágil, obstaculizado por muchos intereses de todo tipo, y únicamente mantenido
por la habilidad de Borlú para jugar con fuego sin quemarse.
Da
igual que Borlú se muestra excesivamente arquetípico, da igual la aparición de
algún deus ex machina, da igual que el autor escamotee en cierto
momento una información vital... lo cierto es que, después de todo, las
auténticas protagonistas son esas dos ciudades antagónicas pero condenadas a
compartir un mismo espacio, y lo mejor de la novela surge cuando las fronteras
amenazan con ser violadas, transgredidas, obviadas por la necesidad de
resolución y vindicación de un asesinato. Y esa historia es cautivante.
Siguiendo a Borlú como narrador en primera persona, Miéville echa mano para la
ocasión de una prosa mucho más sobria y contenida que el habitual barroquismo y
despliegue pirotécnico al que había acostumbrado a sus lectores. Con un estilo
más “gris”, como la sociedad que está describiendo, y sin grandes
introspecciones, el relato se hace muy directo, cercano, descarnado, desnudo.
Pronto el asesinato en sí deja de ser lo más importante para centrar el foco en
las tensas y complicadas relaciones entre ambas ciudades, y las difíciles
interacciones entre ambas sociedades. La historia se enreda en torno a la
burocracia que marca cualquier iniciativa que busque la interacción, la
colaboración o el simple paso de una a otra, de las complicadas maniobras y
reglas que se deben seguir para poder coordinarse entre ambas.
Estos elementos son lo que más interesa y lo que más atrapa de la
novela, mucho más que la trama policiaca en sí: ese trasfondo de política
ficción, en que un mismo espacio es compartido (o mejor, repartido) entre dos
entidades políticas, con una omnipresente e omnipotente entidad (la Brecha)
encargada de controlar que nadie cruce de un lado de la frontera al otro. Ese
mundo irreal, pero que habla a las claras de muchos otros lugares perfectamente
reales (Jerusalén, Belfast, Berlín...) es sin duda el personaje más interesante
de la novela.
La Ciudad Y La Ciudad (2012) es una novela difícil de clasificar: en inglés se habla de slipstream o weird
fiction para hablar de este
tipo de obras que mezclan el género fantástico, el de terror o la ciencia
ficción (y en este caso, también la novela policiaca). Podría decirse que lo
que caracteriza a esta obra es la creación de un mundo alternativo, con algunas
reglas diferentes aunque muy próximo a este mundo real nuestro en casi todo lo
demás. La superposición de elementos y, por tanto,
la multiplicación de las posibilidades de lectura, es tan amplia, que resulta
un atrevimiento audaz el afrontar cualquier crítica. Un logro conseguido mientras
se mantiene en todo momento la coherencia argumental, la tensión dramática y el
interés por la historia.
Ganadora de múltiples premios (Hugo, Locus, World Fantasy Award),
todavía no ostenta todos los galardones a los que tendría derecho. Si bien la
ciencia-ficción tiene ya alguna que otra puerta de acceso –aunque en las
últimas décadas no se haya abierto de nuevo-, la fantasía sigue siendo un
terreno vedado, quizá visto como más propio de lo popular que de lo excelso.
Idea claramente injusta que, en casos como el que nos ocupa, sigue sin
reconocer a una de las voces más sugerentes y originales del panorama literario
global contemporáneo.
China
Miéville construye un cuadro actual de un mundo vigente, adaptado a cada lector
en sus inquietudes e intereses. Un recorrido por La
Ciudad Y La Ciudad resulta
un periplo por todo nuestro mundo actual y sus problemas. Un sobresaliente
resultado para un autor que promete ser uno de los que, con más posibilidades,
puedan por fin romper el techo de cristal que le permite a la fantasía acceder
a nuevos límites, a nuevos retos y nuevos logros. El mejor premio que se le puede
dar a este autor es el de seguir leyendo con pasión todas sus obras, con la
seguridad de que cualquier nueva novela supera lo anterior: Una novela
excepcional.
Jorge Antonio Buckingham