Del
poemario Kairos (2013)
Sufrimos
cuando alcanzamos la vida,
en
campanas de arabesco funeral,
que
como átomos de fuego en el océano,
perduran
en una turbulencia escamosa,
dejando
la semilla de un verso adalid.
Soñamos
con destinos de estímulos cívicos,
bebemos
la fervorosa cerveza del pecado.
“¿Quién
sabe si la dicha es permanente?”
Una
vez que dejamos atrás la cáscara muerta,
la
resurrección será una línea directa.
Dejamos
correr los ojos como alhelíes,
que
florecen en tus pupilas:
remolinos
de azúcar,
tan
dulce como la sangre.
Y
en la playa de la esperanza,
el
profeta salta al vacío,
para
santificar los fragmentos de alma,
que
se cobijan en el puño de la felicidad.
¡Qué señal tan
hermosa!
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