miércoles, 25 de marzo de 2015

LORELEI

Mercurio Sublimado (2012).



Su figura danzando entre los árboles, me traía a la memoria pasajes que creía olvidados. En ellos conocíamos el amor en su más simple expresión; adentrándonos en la inmensidad de un bosque habitado por dríades. Perdidos los dos, sin brújula ni guía; sólo nuestra inocencia. Éramos niños y, sin embargo, queríamos conocer más de la vida, un poco más del bien y del mal. Un movimiento suyo y estoy paralizado, de vuelta en nuestro mundo. La imagen se vuelve gloriosa, excitante... Me recuerda a las Madonas que solía pintar en mi juventud, cuando daba rienda suelta a mi arte, plasmando su figura con éxtasis en un lienzo vetusto, y mostraba mi obra ya concluida a nuestras amistades. Cuán orgulloso e ingenuo, es que ella era la niña bonita, la cual todos deseábamos. Sin embargo, lo único que conseguíamos era llenar nuestras noches de adolescencia, fantaseando con su memoria. Quizás el único afortunado fui yo, quien pudo pasar noches enteras compartiendo una sola almohada... Al recobrar la conciencia y acercarme para acariciar una vez más la suavidad de su piel, siento su cuerpo frío e inerte; cuerpo que, en un descuido, en un instante en el olvido, se convirtió en piedra al caer la Aurora de un nuevo día.

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