NOTA
SOBRE LOS CD’S DE CARAL, LIMA - PERÚ
Preparando para edición la extraordinaria
historia que Pedro Sanders nos dio a conocer, he quedado conmovido por el
énfasis en su voz. Podría afirmar que la siento como si fuera la de alguien de
mi familia. Varias veces he escuchado con emoción los discos compactos que
Enrique Huamán tuvo la deferencia de entregarme. Se trata de un timbre grave y
profundo, que todavía repercute en mi mente, y algunas veces me despierta por
las húmedas noches limeñas.
Soy consciente que no puedo probar la
veracidad de la presente narración, pero quizá algún día el tiempo se encargué
de dar la razón a quien la tiene. Aunque las palabras sean insuficientes para
revelar la oscura dimensión de la problemática de los acontecimientos que se
relatarán en las siguientes páginas.
Debo mencionar muy brevemente cómo los discos
compactos de Caral llegaron a ser de mi propiedad. Enrique Huamán, un
circunspecto arqueólogo de la universidad decana de América, me llamó al
teléfono móvil una tarde de verano. Cabe resaltar que la primera impresión que
me dio no fue muy agradable; sonaba como si tuviera urgencia de conocerme
personalmente.
Aducía que necesitaba concretar una cita
conmigo, para hablar de algunos asuntos que serían de mi incumbencia, dada mi
calidad de investigador. En esos momentos, me encontraba ocupado preparando una
clase para el día siguiente. Le dije que me llamara en otra ocasión; pero él
insistió y tuve que ceder para coordinar dónde y cuándo nos encontraríamos.
Aquí presento la siguiente información, la
cual dejo a consideración de usted amigo lector. Particularmente, me llena de satisfacción
poder cumplir con el encargo que Enrique Huamán me encomendó. Hace varios meses
que me dedico a poner en palabras esta bitácora. Reconozco que no tengo pruebas
concretas de la veracidad de la siguiente narración. Sin embargo, quiero ser
consecuente con mis propias convicciones.
Sí, efectivamente. Estos son hechos que
realmente ocurrieron. En ese planeta que en la Tierra muy pocos conocen con el
nombre de Tyamath.
JORGE ANTONIO BUCKINGHAM
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